Oficios religiosos

Los actos religiosos de las Fiestas comienzan el propio día 12 por la tarde. Tras la espera de la gaita y la albada a Vicente Ferrer, en la capilla del Santo Cristo de la parroquial de San Miguel se celebra la tradicional ofrenda de frutos al Santo, cuando se canta la segunda albada dedicada al santo patrón.

Además de este rito, dos son las procesiones que tienen lugar durante las Fiestas de Graus: la dedicada a San Vicente Ferrer, que se celebra el día 13, y la del día 14, ofrecida al Santo Cristo.

Las procesiones son los trayectos que se realizan por las calles del pueblo, catalogado como Conjunto Histórico-Artístico desde 1975, y en las que aparecen algunos elementos que se repetirán a lo largo de los días festivos, como los bailes de las espadas o la comparsa de los cabezudos y caretas, acompañados en todo momento por la sobriedad del cortejo de los santos patronos.

En primer lugar, y abriendo estas procesiones, están los cabezudos y caretas, que van molestando, estorbando y haciendo travesuras a la gente que aguarda desde los balcones o en la propia calle. A continuación, los danzantes de espadas interpretan, al son de la gaita, una reducción del baile de la Cardelina.



El itinerario de las procesiones no parece haber sufrido modificaciones desde la creación de la Cofradía del Santo Cristo de San Vicente Ferrer en el siglo XV. Uno de los momentos más emotivos es cuando se efectúa una parada frente a la posada donde tomó hospedaje el santo valenciano, instante en el que se venera la imagen que está en la fachada del edificio.

Las dos procesiones finalizan en las iglesias de Santa María de la Peña y de San Miguel respectivamente, donde se celebran las correspondientes misas.

LAS COFRADÍAS

La huella dejada por Vicente Ferrer en Graus fue profunda, y pronto llevó a las parroquias de la villa a promover la instauración de la penitente procesión de la disciplina, la que él proclamaba. Se estableció casi inmediatamente, seguida de la creación a tal efecto de una cofradía, que también tendría la misión de mantener el culto al crucifijo del fraile valenciano, que posteriormente iría ganando peso entre las fiestas populares de Graus (Santa Cruz, 14 de septiembre), convirtiéndose también en fiestas patronales al trasladar a la víspera (13 de septiembre) la festividad de San Vicente Ferrer tras su beatificación.

La Cofradía está compuesta por un Prior y Hermanos. El primer domingo de agosto el Prior convoca a los Hermanos a Capítulo. En él se lleva a cabo el pase de cuentas, se atienden los ruegos y preguntas y se estudian las solicitudes de los candidatos a Hermanos que desean cubrir las vacantes de los fallecidos en este último año hasta completar el número de cien miembros, y según dicta su reglamento.



Durante mucho tiempo, en la Cofradía del Santo Cristo de San Vicente Ferrer ha recaido una gran responsabilidad en la realización del programa de las Fiestas de Graus. Hoy se encargan del culto de ambos patrones en misas y procesiones.

LAS RELIQUIAS

Corría el año 1415 cuando el dominico valenciano Vicente Ferrer, en su camino hacia Francia, y lo mismo que hiciera en otras poblaciones del entorno, vino a recalar en Graus. Aquí, además, pudo llegar invitado por un íntimo amigo, el también compromisario en Caspe, el grausino Berenguer de Bardaxí.

En Graus su visita levantó una expectación inédita, y realizó, al menos, un encendido pregón desde un catafalco ubicado en la falda de la Peña, bajo la parroquia de Santa María, y en el lugar hoy conocido como predicadera de San Vicente. Antes de su marcha, Vicente legó a la villa la valiosa reliquia de su cruz misional, y que, según la tradición, habría acompañado al santo en sus múltiples correrías apostólicas.

Dentro de la Iglesia de San Miguel está la Capilla del Santo Cristo, levantada hacia 1.730 para dar cobijo al crucifijo, y que continúa gozando de gran devoción entre los grausinos. El cristo es una talla del siglo XV, vestido con un faldón de terciopelo de colores variables según la liturgia, de modo que posee gran cantidad de manticos.



La historia y leyenda que arroja esta reliquia se explica en las siguientes líneas.

Al pasar por Graus, San Vicente Ferrer dejó un crucifijo en esta localidad: ...por la virtud de este crucifijo que aquí dejo...-comunicó al pueblo-...jamás entrará la peste en la población, los pedriscos pasarán de largo y en las sequías no faltará agua...

En ese proceso de aculturación sufrido por los antiguos ritos con la adopción del Cristianismo, y como hemos visto, distintas acciones relacionadas con la tierra y sus trabajos fueron asumidas por el calendario y gestualidad eclesiásticas. Así, los miembros de la Cofradía del Santo Cristo subían la cruz hasta el lugar llamado esconchuradó, y volteándolo rezaban en común mientras la campana de la capilla no dejaba de sonar... Y esto lo hacían para asegurar el agua a los campos, protegiéndolos de las tormentas, y como habían hecho antes los primeros sacerdotes, y después el vicario de la basílica de La Peña hasta hace escasas décadas.

...en otra ocasión, con motivo de una gran crecida del río Ésera que amenazaba con desbordarse, poniendo en peligro la parte baja del pueblo, se sacó el Santo Cristo en procesión y se llevó hasta la orilla misma del río... los que asistieron cuentan que seguidamente el nivel de las aguas comenzó a descender. Agradecidas por el milagro, las devotas gentes de Graus quisieron halagar al Cristo del crucifijo con una corona de plata, pero las tres veces que intentaron ponérsela acabó la corona en el suelo. Al parecer, la imagen prefería la humilde corona de espinas que llevaba.

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